El complejo del blanco salvador

“A todos aquellos que quieran contribuir a que este mundo sea mejor, trabajad duro.”

13 de octubre de 2019

Foto: Txell Prats

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Stellar Kulabira es la coordinadora de Mupenzi, uno de los proyectos de Petits Detalls. Dirige la contraparte local Mupenzi Foundation y es una activista para los derechos de la mujer y la infancia en Uganda.

Intentar salvar un mundo en el cual no vives es el mayor chiste y el pensamiento más inhumano que ha creado la comunidad blanca. Una demostración clara de esto es cuando jóvenes blancos sin experiencia viajan a África con la misión de salvar a los africanos – quienes, por cierto, se encuentran en la misión de crear soluciones propias para problemas que ellos mismos viven–.

Estos voluntarios blancos que suelen venir para unas pocas semanas asumen que saben más y mejor que las comunidades en las cuales colaboran y sienten que si no lo hacen ellos, ¿quién lo hará? Déjenme decir algo, no es responsabilidad de nadie salvar a un país en el cual no has vivido ni responder con soluciones irreales a problemas que no has sufrido.

Bajo el concepto de caridad, una ola de simpáticos voluntarios acompaña a una nación de la cual solo han leído en los libros de historia que ellos mismos han escrito. Además, bajo el concepto empoderamiento, estamos totalmente desempoderados, pues no se nos da la oportunidad de expresar nuestros pensamientos, de llevar a cabo nuestras propias ideas. Se debe equilibrar la balanza y permitir a los africanos pensar y aprender de sus propios errores para obtener soluciones propias y adaptadas a la realidad.

Ciertamente es que nadie mejor que nosotros puede desarrollar soluciones a problemas que existen en las comunidades en las que hemos nacido. Aun así, todavía hay quien piensa que sin ninguna habilidad ni conocimiento especial, simplemente por haber aterrizado en África siendo blanco, ya sabe más. Día a día vivimos con jóvenes sin ninguna habilidad realizando oficios que nosotros podemos hacer y esto se camufla en el pensamiento de que “son enviados de Dios” con una “misión especial de salvar al mundo”. Imaginaros el impacto que podrían tener todos esos dólares invertidos en jóvenes voluntarios si el dinero se destinase a la solución.

Estos programas de voluntariado de corta durada hacen más daño que bien. Esta nueva moda de volunturismo evita que los trabajadores locales obtengan trabajos muy necesarios, especialmente cuando pagan para ser voluntarios en orfanatos o casas de acogida. Las instituciones en apuros pierden el tiempo cuidando de ellos pero además, el mayor problema es que niños maltratados o abandonados forman vínculos emocionales con los visitantes, quienes aumentan su trauma al desaparecer de la casa tras sus vacaciones.

No es de extrañar que durante muchos años de ayuda, el país todavía se considere subdesarrollado. Tenemos personal local capacitado, formado lo suficiente como para realizar todos estos trabajos y liderar proyectos propios, pero aun así sigue siendo el blanco salvador el que tomará las decisiones a cambio de aportar los fondos necesarios.

Es por todo ello que propongo la siguiente solución. A todos aquellos que quieran contribuir a que este mundo sea mejor, trabajad duro para adquirir una experiencia relevante ya sea en el ámbito de la medicina, la educación o la ingeniería. Una vez tengas esa experiencia, viaja por todo el mundo para ayudar. Aprende antes para poder mostrar ese conocimiento y experiencia a todas aquellas comunidades donde vayas a hacer de voluntario.

El trabajo de desarrollo no es fácil. No todo el mundo puede hacerlo. La ayuda externa en proyectos de desarrollo debe estar dirigida a ser superflua al final. Aquí es donde radica la diferencia entre los proyectos humanitarios de emergencia, que solo tienen como objetivo ayudar a corto plazo, y los proyectos de desarrollo, que tienen como objetivo hacer que los locales sean independientes a largo plazo.

Esto no significa que el trabajo voluntario deba descartarse, sin embargo es necesario volver a enmarcar los programas de voluntariado y rediseñarlos para equipar a los voluntarios con conocimiento e información precisa antes de que vengan. De esa manera, podemos eliminar el peligro de la supremacía blanca y ayudar a nuestros hermanos y hermanas blancos a elegir la empatía y no la simpatía.

Saving a world especially in which you don’t live is the best joke and the most inhumane thought that has been created by the white community. A special demonstration is when white inexperienced youths travel to Africa with a mission to save African people – who, actually, are already on the mission to creating solutions to their own problems-.

These white volunteers who usually come for a short period of weeks, assume that they know best than the local communities and feel like if they don’t do it, who will?  Let me tell you something, it’s not any one’s job to save a country which he or she doesn’t live in nor answering with unreal solutions to problems they haven’t suffered.

Under the umbrella of charity, a wave of sympathetic volunteers is ushered into a nation that they have only read about in the history that they themselves have written. Under the umbrella of empowerment, we are totally disempowered and not given opportunity to speak our minds. This has to be balanced and let Africans think and learn from their mistakes and come up with solutions.

Who better than the African people can develop solutions to the problems that exist in the country that we birthed? Yet with no skill they think they’re best just for the fact of being white in Africa. We live daily with youths with any skill doing work that we locals can do. They disguise as God sent with a special mission of saving the world. They spend thousands of dollars getting here. Think about the impact u would create when all these dollars are diverted to the solution – solution to our supposed misery lies in our hands-.

These short-term savior projects can do more harm than good. This volunturism trips prevent local workers from getting much-needed jobs, especially when they pay to volunteer in orphanages or children’s homes. Hard-pressed institutions waste time and money looking after them and upgrading facilities; and abused or abandoned children form emotional attachments to the visitors, who increase their trauma by disappearing back home.

Yet we have local skilled staff, trained well enough and can do all these sorts of jobs. It dis-empowers the local people who can’t make decisions about the direction of their projects since these white people are the ones who fund the activities. No wonder for many years of aid, the country has still remained underdeveloped.

The solution I propose is; all the people who wish to contribute in making this world a better place, should work hard in order to acquire relevant expertise, becoming doctors, nurses, teachers or engineers. Once you have the skills, travel internationally and be of help. Learn before you can help and always try to pass on the expertise to the local communities where you volunteer.

Development work is not easy, not everyone can do it. External help in developmental projects should be aimed at being made superfluous in the end. This is where the difference between emergency humanitarian projects, which only aim to help in the short run, and development projects, which aim to make the locals independent in the long run lies.

This doesn’t mean that volunteer work should be discarded, however, there is need of reframing the volunteer programs and redesigning them to equip volunteers with knowledge and accurate information before they go, as well as opportunities for critical discussion during and after their trips. That way, we can eliminate the danger of white supremacy and help our white brothers and sisters to choose empathy and not sympathy.

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