El futuro de Uganda se encuentra en sus mujeres

La Covid-19 ha provocado consecuencias económicas y de violencia de género devastadoras

18 de septiembre de 2020

Mujeres reunidas durante una asamblea comunitaria. / Uganda, 2019.

Foto: Txell Prats

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Quico Germain es el presidente y fundador de Petits Detalls. En Uganda coordina los tres proyectos de la ONG junto con las contrapartes locales.

Es complicado calcular el impacto social que va a tener esta pandemia en el mundo, pero si algo es seguro es que aquellas personas más desfavorecidas van a pagar las consecuencias más elevadas. Sin ir muy lejos, desde Petits Detalls lo hemos tenido que vivir en primera persona.

Este confinamiento nos ha enseñado que para muchas personas su hogar no es un lugar seguro en el que estar. Es el caso de infinidad de mujeres que, durante estos últimos meses, se han visto obligadas a convivir con la violencia que sufren por parte de sus parejas o familiares.

Hace alrededor de medio año tuvimos que pausar la implementación de proyecto Gomesi, que tiene como objetivo el empoderamiento socio-económico de mujeres en zonas rurales de Uganda, por las medidas aprobadas por el gobierno para frenar la expansión del coronavirus. Desde entonces, muchas mujeres dejaron de acceder al apoyo que les brinda el proyecto y se vieron abocadas a una realidad hostil de la que no han podido escapar.

Con el objetivo de conocer la situación que viven las mujeres beneficiarias del proyecto, decidimos realizar un diagnóstico para poder denunciar esta realidad y, lo más importante, poder diseñar planes de apoyo que se adapten a las necesidades actuales.

El diagnóstico se realizó mediante encuestas y visitas casa por casa, para poder interactuar con las mujeres de manera individual y próxima, y se centró en los niveles de violencia doméstica que sufren, así como en las consecuencias económicas del confinamiento. Los resultados confirmaron algunas de nuestras sospechas: la violencia doméstica ejercida por hombres a sus mujeres sigue siendo una lacra demasiado extendida en las comunidades en las que trabajamos, y el empoderamiento económico de las mujeres fue, es y será una de las vías más eficaces para la lucha contra la pobreza.

La primera parte del diagnóstico se centró en niveles de violencia doméstica, ejercida por maridos o parientes, a mujeres en el entorno familiar y un 71% de las encuestadas reconocieron haber sufrido violencia verbal en los últimos meses. Eso significa ser víctima de constantes insultos, vejaciones y ridiculizaciones. En la gran mayoría de casos, la violencia verbal conduce a la violencia emocional y psicológica, que sufren el 79% de las mujeres en la comunidad donde se realizó el diagnóstico. Estas mujeres, además de ser víctimas frecuentes de violencia verbal, sufren amenazas y negligencias en el ámbito familiar.

El estudio se centró también en formas más evidentes de violencia doméstica, como la violencia física, que sufren una de cada dos mujeres beneficiarias del proyecto, o la violencia sexual dentro del matrimonio, de la cual reconocieron ser víctimas el 37% de las encuestadas. Estos tipos de violencia son más difícilmente compartidos por las víctimas, y creemos importante identificar los casos antes de que lleguen a estos extremos.

De todos estos casos, el equipo de WIPE-Uganda (la contraparte local implementadora del proyecto) identificó a un 36% como casos severos, y se descubrió que solo el 13% de los casos habían sido denunciados a autoridades locales, muchas veces sin respuesta. Esto demuestra la poca confianza de las mujeres en los sistemas que más deberían protegerlas.

La segunda parte estaba dirigida a las consecuencias económicas del confinamiento. Uno de los dados más desoladores fue descubrir que más de la mitad de las mujeres que tenían negocios antes de la pandemia habían tenido que cerrarlos o habían quebrado. Del 73% de mujeres que aseguraron tener un negocio, solo el 33% seguía existiendo. No obstante, el 43% de las mujeres ha seguido ahorrando durante estos últimos meses a pesar de la situación y un 65% expresó su voluntad de seguir haciéndolo una vez se pueda volver. Esto significa que una amplia mayoría de las mujeres valora muy positivamente el proyecto y tiene ganas de seguir formando parte de él.

Finalmente, cabe señalar algunos descubrimientos que no hacen más que fortalecer nuestro convencimiento para con esta intervención: un 63% de las mujeres son el único sustento económico de sus familias y, actualmente, un 57% del total depende de la agricultura de subsistencia. Esto significa que trabajar con estas mujeres es una vía eficaz para erradicar la pobreza de sus familias y brindarles nuevas oportunidades, más allá de la agricultura de subsistencia, mediante la formación y la sensibilización, puede realmente crear un impacto sostenible en sus vidas.

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